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STORYTELLING

Mi acercamiento a la talla de madera sucedió naturalmente, como todo lo que se aprende de niño. Cerca de mis once años, quedé hipnotizado al ver a mi tío Juancho, tallando un bastón para mi abuela, a orillas del río Los Chorrillos, en la casa de mis abuelos paternos, en Cabalango, Sierras de Córdoba.
Me maravillaba ver cómo lograba crear imágenes con gran facilidad, en una rama recta de ligustro, utilizando solo una pequeña navaja española. Preso de ese encantamiento, comencé a tallar mi propio bastón, agregándole dos o tres figuras, verano tras verano, cada vez  que viajábamos con la familia para pasar las vacaciones en la casa de mis abuelos. Tres veranos, me llevo completar el primer bastón, que aún conservo.
Mi segunda obra, fue continuar con el bastón de mi abuela, que el tío había dejado inconcluso. Resultó una experiencia divertida y halagadora,  polemizar con el tío Juancho, quien lo había terminado, ya que  aseguraba haberlo hecho él mismo, porque no lograba diferenciar su trabajo del mío.
A partir de entonces, cada verano, tallar esos bastones, similares a los que tenían los jefes tribales como muestra de su poderío, y máscaras africanas, fue parte de mis vacaciones en la casa de mis abuelos, actividad que me acompañó toda la vida, casi como una terapia de concentración.
En el paso del bastón a la escultura, sólo mediaron los paseos por las orillas de otras aguas.
El origen de mi serie de esculturas, “Lo que el Río no quiso”, se remonta al año 2018. Mientras paseaba por la costa del Río de la Plata, me llamó la atención la presencia de algunos troncos y pedazos de madera diseminados por la costanera. Estas piezas, empezaron a contarme historias en forma instantánea, empujándome a imaginarlos como partes de alguna escultura, creada a partir de lo que el río no quería y transformándose en personas y animales, existentes o imaginarios, para ser parte del relato cautivante que me tiene recorriendo habitualmente esas orillas, en busca de restos como maderas flotantes, troncos, ramas y metales, a los que busco reciclar, transformándolos en entidades  con vida propia. Esa entidad que ellas mismas me susurran al oído cuando las miro. Las esculturas buscan transmitir la crudeza de su origen, pero al ser atravesadas  por las angustias y tensiones inherentes al proceso creativo, cuentan también,  la belleza de haber sido vistas y transformadas. Como cada uno de nosotros cuando somos vistos y apreciados en toda nuestra capacidad de expresión. Es mi deseo compartir con quien las vea, y sienta su llamado, la historia que cada una de ellas tiene para contarnos: los invito a escuchar el relato de lo que el Río no quiso.

Storytelling: Quiénes somos
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